Suite per a viola i orquestra Ver más grande

Suite per a viola i orquestra

E289

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La Suite per a viola i orquestra respira por completo de este aire de fiesta hispánica y de folklore andaluz tan de moda a mediados del siglo XX y tan apreciado por el público de todas partes. Agustí Borgunyó muestra un dominio absoluto de la orquestación y un gusto exquisito en tratar los distintos temas, sin caer jamás en el toque fácil de pandereta.

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35,88 € impuestos inc.

Edición: Papel

    Época Siglo XX
    Subtítulos / Partes Introducció - Dansa - Recitativo - Gitanerias - Cançó i Finale
    Instrumentos va solo-2222 - 4330 - timp+2perc - arp - pf - archi
    Páginas 160
    Duración 25 min
    Contenido Partitura y parte de viola
    ISMN 979-0-3502-0574-3
    Observaciones Las particellas de orquesta están disponibles en régimen de alquiler. Contacte con el editor (info@clivis.cat).
    Orquestas si
    Edición Papel

    La facilidad con que Agustí Borgunyó trata la orquesta sinfónica es fruto de centenares de partituras que compuso y de los arreglos que realizó para grandes formaciones orquestales, en la vida musical durante sus años en Estados Unidos. Con anterioridad a los años 30 ya había ejercido como director artístico en diferentes orquestas para las que había compuesto todo tipo de obras, pero a partir de 1934 empezó a trabajar para Alfred Wallenstein —quien posteriormente fuera director de la Philharmonica Orchestra de Los Angeles— el cual le encargó obras de estilo español. Durante este período, Borgunyó compuso la Suite para viola que aquí presentamos, y otras obras como la Danza ibérica, el Nocturno sevillano o la Suite ibérica.
    La Suite para viola y orquesta está dedicada al gran intérprete de viola i director Milton Katims (1909-2006). Es una obra que respira por completo de este aire de fiesta hispánica y más concretamente de folklore andaluz tan de moda a mediados del siglo XX y tan apreciado por el público de todas partes. Borgunyó muestra un dominio absoluto de la orquestación y un gusto exquisito en tratar los distintos temas, sin caer jamás en el toque fácil de pandereta. Lejos de esto, demuestra que conoce perfectamente el género y que la inspiración en el momento de crear temas de raiz gitana es inagotable. La obra está planteada como una suite y no como un concierto, ya que en los cinco movimientos que la componen predominan los aires de danza y en ellos jamás busca el virtuosismo del instrumento solista a cualquier precio, a pesar de que la dificultad en el papel de la viola es evidente.
    La obra está escrita para gran orquesta con arpa y piano incluidos (aunque existe otra instrumentación más extensa) y empieza con una Introducción donde la viola se presenta en su registro más grave con un motivo breve y expresivo. El segundo movimiento se basa en una Danza de ritmo binario compuesto por motivos llenos de gracia y buen humor que transmiten alegría desde el primer compás. La viola danza con intervenciones casi improvisadas, con melismos, y destacando por encima de los diferentes coloridos que el autor extrae del conjunto sinfónico. La orquestación brillante es una característica de toda la obra, pero en este movimiento es especialmente remarcable. El tercer movimiento es un Recitativo en el que la viola muestra sus recursos más expresivos, acompañada por pocos instrumentos, hasta el extremo de hacerlo sólo con el piano, al inicio y al final del tiempo. A la mitad de este movimiento encontramos una breve cadenza con arpegios y acordes arpegiados de gran efecto. El cuarto movimiento titulado Gitanerías presenta un despliegue espectacular de material rítmico, reforzado a menudo por breves intervenciones de las castañuelas, con aire de juego o scherzo sobre el cual la viola dialoga con la orquestra, una vez más, brillante y enérgica. El fragmento acaba con un quejío de la viola solista que enlaza con el último movimiento. El quinto movimiento se inicia con una Canción de melodía apasionada que se transforma en una fiesta llena de alegría y color con un ritmo trepidante que nos acompaña hasta el final de la obra. La última intervención de la viola solista utiliza la máxima la tesitura del instrumento y, muy lejos de buscar un efecto fácil con un final contundente, la obra se define con un diminuendo sobre un acorde mágico.


    David Puertas

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